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Volver a nuestras heridas: ENTRE LA UTOPÍA

Y LA  COEXISTENCIA

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Por Coti Donoso

Conferencia Semana ABC 2024

Lo primero que quisiera expresar es mi enorme agradecimiento por esta invitación porque no sólo me ha permitido conectar con gente que hace lo mismo que uno en otro país, sino además porque me llevó a volver a leer algunos artículos y ensayos, escritos en relación al cine que hacemos, a la historia del quehacer del cine y nuestro continente, y al devenir sociopolítico que nos ha marcado por siglos.

Al sumergirme en estos relatos, no puedo sino pensar en los que estamos acá y sentir que de alguna manera también hacer cine es una forma de resistir por el sólo hecho de hacerlo. He sido montadora de películas que no son de mi país, también de Bolivia, Argentina, Ecuador. Y he prestado asesorías a proyectos peruanos. Me ha llevado a tener un panorama del cine que hacemos. He pensado en este cine que estamos haciendo. Y siento un vacío, no sé por qué razón. Esto que escribí no es pesimista, pero si inquietante. Y son escritos que me llevan a pensar que hay mucho aún por reflexionar.

 

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Lo primero que pensé, es ¿qué es lo latinoamericano?

A pesar de la gran distancia y extensión geográfica de América Latina, las realidades de nuestros países no son muy distintas.  Latinoamérica es una amalgama de identidades, es un crisol de culturas que se han arraigado en este territorio enriqueciendo a o enriqueciéndose de las culturas originarias.

Somos un continente heterogéneo, mestizo, plural y diverso. Hemos sufrido el desarraigo y el exilio, la conquista , la colonización, hemos soportado y sobrevivido a la Inquisición colonial y a las regímenes dictatoriales de décadas de guerra fría. Hemos conquistado nuestra dignidad como pueblos gracias luchas sangrientas y severas.

Muchos hemos vivido dictaduras militares y hasta hoy se siguen retratando sociedades con cicatrices, aun heridas, buscando sanar, buscando respuestas y que esto no vuelva a suceder. Así también somos atacados de manera permanente para intentar y lamentablemente lograr robarnos lo poco que se ha ido conquistando, estando en amenaza constante nuestras sociedades, nuestros derechos fundamentales, la sobrevivencia de nuestros pueblos originarios, nuestra naturaleza, nuestros paisajes.

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Quizás esto sea lo que nos una. Porque cuando hablamos de lo latinoamericano es lo que surge de manera casi espontánea.

Cine hemos tenido hace ya un siglo, tuvimos momentos de mucho vigor, producción reconocida por el mundo, pero lo más importante: por nosotros mismos. Nos pudimos ver en un nuevo cine. Tuvimos el Nuevo cine latinoamericano, un cinemanovo, un nuevo cine chileno, el “grupo cine liberación” que surge en argentina, el tercer cine, el cine de Sanjinés en Bolivia, entre otros.

Entre las mejores obras de los años del nuevo cine latino americano están películas de Guzmán, Solanas o Santiago Álvarez, Rocha, sin necesidad de adjetivos. Este cine ligado al testimonio, la documentación de la miseria y el subdesarrollo , que lanzaban los manifiestos iniciales, y a la agitación, análisis y a desenmascarar a los culpables de esta realidad. Pero también es cierto que esas películas exhibían una buena muestra de la vanguardia estética y política que exploraba nuevas narrativas, nuevas estructuras, nuevas visualidades y un montaje inteligente, en algunos casos con relecturas de vanguardias como la soviética o la nouvelle vague, y buscando su camino en relación dialéctica con realidades sociales y practicas cinematografías propias. Eran tiempos de vanguardia.

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Sin embargo, si bien podemos establecer todo un desarrollo histórico, quisiera sólo mencionarlo para no olvidarlo, pero pienso en plantear  la idea de salir de la visión estrictamente cronológica de este el cine que nos convoca, eliminar la idea de que el lenguaje cinematográfico evoluciona en el tiempo. Esa lógica te puede llevar a entender el lenguaje  sólo en relación a los avances de la tecnología, pero a veces- y lo estamos viviendo-  va en sentido contrario. Además esa lógica no incorpora algunos elementos lingüísticos que pueden ser esenciales.
Ahora me centro en lo que creo es nuestro presente, que quizás ya es futuro. Y tomando nuestro pasado como parte del presente. Es así como Juan Carlos Avellar, crítico e historiador brasileño, se refería a los documentales de inicios del S 21 en Brasil con las palabras “el mañana empezó ayer”, mostrando que los logros en el lenguaje del cine contemporáneo no podían entenderse sino a la luz de sus diálogos con el pasado. Así es. Me invitaban a hablar de memoria.


Si hablamos de memoria y futuro, es aquí donde estamos.

Y desde aquí observo.


Lo que observo es esto:

Me interesa mucho la nueva escritura de la historia que se creía ya escrita, el colonialismo, ya que es un tema que no puede ser resuelto, menos aún en un presente neocolonial donde se siguen intentando imponer absurdamente por la fuerza algunas prácticas. Como dice mi coterráneo, Felipe Gálvez, el director de  la película Los Colonos, “yo más bien, he tenido el sentido de cuestionar la historia oficial y el rol del cine al narrar la historia oficial. Los Colonos es crítica, pero también se toma el tiempo de criticarse a sí misma. No se para en un lugar donde la responsabilidad está en los otros. Sino en el rol que ocupamos los directores de cine hasta el día de hoy”.

Lo mismo ocurre con la historia política “oficial” de nuestros conflictos internos.  Ahí tenemos la película peruana La piel más temida también una versión de la historia que quiso narrarse sino sólo de una manera según la oficialidad y las rancias estructuras dominantes y represivas, pero que hoy su director, Joel Calero, nos lleva hacia otra mirada, que cabe recordar ha intentado ser censurada en pleno 2024.

Veo con placer, también que, tal como ha sido tradición, el cine latinoamericano, a diferencia de otras cinematografías, posee una poderosa fuerza documental, aun cuando hasta tiempos recientes no haya conseguido visibilizarse y reconocerse como tal. La historiografía dominante ha relegado el documental a la televisión y a ciertos temas , pero hoy surgen voces nuevas con lenguajes innovadores que profundizan en conflictos muy nuestros y que nos permiten traernos a la memoria lo que no podemos dejar que se vaya con el viento del olvido.  La memoria Infinita, documental chileno de Maite Alberdi, es un ejemplo de ello que nos habla del silencio y del olvido en el que hemos estado por tantos años, de cómo nos han hecho callar, todo a partir de una historia particular y conmovedora.Y veo cine gestado durante los explosivos movimientos de fines de la década pasada, y del efecto que pudo causar el encierro y el uso de las tecnologías en pandemia. La política cambió. El arte cambió. El cine cambió. Se abrieron espacios . La aparición de la fuerza neo fascista con la que estamos conviviendo, ha generado respuestas. Pero también surgen estas nuevas formas de narrativas. Y así como estamos revisitando el colonialismo, también estamos re visitando formas de narrar , me refiero al resurgimiento  de lo autobiográfico, lo familiar, y lo cotidiano. En Chile, desde el estallido, surgen los registros que ponen al cotidiano de la casa, del trayecto al trabajo, de la calle en su día a día, en un lugar objetual, objeto del deseo de la cámara y de las narrativas.  Y los interiores pasan a tener una nueva forma, resoluciones, pensamientos, ficciones y decoraciones. Los exteriores son objeto del deseo, prolongaciones de las subjetividades.Las búsquedas hoy son muy diversas, hay películas que están muy conectadas con su entorno donde se van poniendo a prueba algunas ideas que dan vueltas por nuestros territorios, hechos concretos, acontecimientos, o reflexiones formales, filmes que piensan las problemáticas del aire, del agua, de nuestros pueblos originarios y su vida en desmedro producto del extractivismo, del uso de la fuerza, de la ocupación de espacios sin dueños, de la situación precaria del arte. Es el propio arte, conectado con las transformaciones sociales buscando nuevas formas de reflexionar y encontrar conceptos contemporáneos como lo que nos ha llevado al tecnoceno o las particularidades de la inteligencia artificial, las narrativas expandidas, los límites de lo real y de lo factual, entre otras.
 

 


Y sigo observando…como montadora-cineasta
Formas nuevas, narrativas nuevas. Creo que hoy en día hay algo que siento tan distinto, tampoco se puede descifrar bien qué es lo diferente,  pero lo que si se es que hay más riesgo, el atreverse a explorar más que nunca. Hemos estado empaquetados en envoltorios tan rígidos siempre, formas tan ajenas a veces, apegadas a ciertos cánones y la expansión hoy en día no tiene que ver sólo con lo tecnológico sino también con las posibilidades netamente creativas. El atreverse.  Tuvimos este momento del nuevo cine latinoamericano en que nuestros directores, realizadores, fotógrafos, montajistas, productores se atrevieron mucho e hicieron tanto, traspasando fronteras. Capacidades de llegar a los límites lingüísticos, en ese momento influenciados por las corrientes europeos de cine y política.
Es tan interesante y atrapador también el pensar que hay una cronología en las formas de hacer cine. Lo solemos hacer. Hablar del cine análogo en celuloide, luego el análogo cinta, luego el digital, luego el que viene ahora, ¿qué tipo de cine viene ahora? Pero, como planteaba recién, creo que no hay una cronología, no debemos caer en eso, caer en eso es pensar en algo excesivamente lineal y catastrófico, de que ahora nos toca algo distinto y “más avanzando” porque cronológicamente estamos más adelante. Creo que justamente hay que abolir esta forma de pensamiento ya que todo puede coexistir.


Observo que hay muchas referencias en nuestro cine actual a lo pre-cinematográfico, al cine de los orígenes, antes del sonido. Se está aludiendo a la imagen primigenia, al sonido previo, a la literatura, al rescate de registros, pero a la vez hay cine que trabaja con la tecnología del momento, incluso con IA, que a veces se adelanta a su propio tiempo. Entonces es más amplia la mirada si reemplazas la línea de tiempo por un conjunto armonioso – aunque suene paradojal- de películas.
Es un gran riesgo, desafiante, hay mucha gente joven que está haciendo nuevas propuestas- afortunadamente-  y que nos pueden llevar ventaja en varios aspectos, eso es un hecho, pero el desafío está en la coexistencia. Justamente , el volver a lo análogo e incorporar, esa es la clave. El volver a las versiones anteriores de la historia y re escribirla con nuestro lenguaje del cine, esa es la clave. El abrazar nuevos lenguajes venidos de la tecnologías, pero incorporarlas. Ampliar la mirada.
Vivimos un momento que para unos puede ser caótico y para otros más bien un paraíso de posibilidades. Claro está que los paradigmas los hemos echado a piso, la locomotora avanza  a paso rápido observando el futuro, pero también deteniéndoos  en las ruinas de un siglo, la implosión de un orden que parecía inquebrantable pero que en el presente se va desmoronando en silencio, y donde unas pocas vidas resisten en creatividad pero a veces también en soledad.

No hay respuestas, sólo imágenes y sonidos que rondan, posibilidades, necesidades.
Observo… sigo observando… la vida en la academia.
Creo que si hay que estar en la academia. Conocer el estado de los estudios de cine en las universidades. Por un lado hay una orientación demasiado centrada en los oficios técnicos y paralelamente, por otro lado, hay una fuerte orientación hacia la sociología y la comunicación. Es decir que se considera el cine como un síntoma de la sociedad exclusivamente. Como decía el propio Raúl Ruiz, “el cine en tanto forma artística ha perdido presencia en los estudios de cine. El aspecto contemplativo del cine es muy importante y comienza a desaparecer”. Cuánto podemos hacer desde ahí! Salvemos el cine como arte, primero que todo. Lamentablemente frente a nuestros estudiantes, los preconceptos teóricos de Hollywood y por extensión, de la mayoría de la gente que está en la industria, se funden en una idea falsa de la percepción del cine, tomándolo como entretenimiento o como panfleto descalificado.
Y sigo observando…. Y es un reto para mí.
Porque observo desde una trinchera generacional. A veces desde un rincón, donde me siento un poco en la esquina de los pensamientos, quizás acorralada. La soledad es algo que debemos vencer, vivimos tan solos, pero al hacer cine siento que uno se reencuentra con algo maravilloso que no tiene palabras, somos muchos, si. Porque afuera la vida bulle, arde, las personas no dejan de sentirse oprimidas, pero la valentía, el coraje, que ya se ve poco, se acota restringido a ciertos círculos de marginalidad o simplemente deseo territorial. La sociedad duerme. No sabemos por cuánto tiempo. Qué hago yo ahí?
¿Cómo ingreso al misterio de esa quietud?  ¿Qué es ese algo? ¿En qué momento estamos?  ¿Me muevo o estoy quieta?
Voy en un carro del metro y observo… cómo las películas son vistas dentro de un dispositivo celular. Pero intento no entrar en el terror de esto, ya que si, podemos coexistir.
Las pregunta se vuelve inevitable: Qué películas son las aptas para ver en la nuevas pantallas? ¿Son otras películas? ¿Desaparecerá la sala oscura? Tantas interrogantes en pocos segundos.
Un nuevo cuerpo de reflexiones será necesario para enfrentar los riesgos.
Muchas películas se quedan sin poder ser proyectadas en cines, y frente a eso, estas nuevas pantallas pequeñas parecieran ser una solución. Pero es una falsa solución. Y aquí tenemos a la tecnología que nos abre nuevas posibilidades, entonces habrá que pensar en nuevas películas para estas nuevas expectativas. La relación experiencia- forma-expectación quizás deberá ser revisado, al calor de nuevas reflexiones. Quizás para eso estamos acá. Es algo que he pensado mucho.

Ya sabemos, los dispositivos son parte esencial hoy en día de la construcción de sentido, no tiene sentido negarlo. Y si el desarrollo tecnológico no viene acompañado de reflexiones serias (entre ellas deben ocupar un lugar central los modos en que los formatos pueden ligarse al contenido), estaremos en otro riesgo más relevante aún: que sólo nos quedemos en la superficie, en el cascarón, en la chaya, los espejos luminosos que adornan el vacío. El desarrollo tecnológico está entre nosotros. Vivimos en él.
Los nuevos desafíos poéticos también. Ese es el valor, ese es el riesgo, la relevancia
Y bueno, he llegado hasta acá para decir todas estas cosas, gracias por eso.
Que si en este momento nos dormimos será el fin de nuestro cine. Es ahora. Y no es una forma de llamar a hacer la gran revolución, sino simplemente hacer. No parar de proponer, de acercarse a los temas escondidos y a las heridas. Volver a nuestras heridas. Porque no hay manera de crecer sino acercándose y profundizando en ellas. Tal como nuestro propios procesos de crecimiento personales. En el cine es lo mismo, no hay diferencias entre hacer películas y vivir. La analogía está a la vista. Si no lo tomamos así, no habrá manera de sobrevivir.
Hay que Incorporarse, incorporarnos a la historia pasada y al tecnoceno, a esta era tecnológica extrema que está determinando nuestras vidas, a lo cual sigo tendiéndoles miedo, pero ya no tanto, porque todo depende de lo que pensemos y de lo que queramos. Porque eso es lo esencial, lo que queramos finalmente somos nosotros, somos subjetividad y el cine no va nunca a dejar de ser esa subjetividad porque está hecho por nosotros, no por máquinas. Finalmente no son máquinas las que hacen las películas, nosotros podemos determinar todo. Lo que queramos. El deseo. Esa es mi palabra favorita, cada vez que me enfrento a nuevos estudiantes con sus proyectos, hablamos del deseo, creo es el punto más importante.
Finalmente, es ese deseo de hacer cine el que nos conecta con la memoria, con nuestra identidad, con nuestras heridas, sanadas o abiertas aún, y para configurar identidades debemos volver, re visitarnos y proyectar. Y por ello es importante perseverar, no olvidar. Es ese deseo el que nos llevará a las películas del futuro, y es ahí donde centraremos nuestras aspiraciones. Concordancias, desavenencias, es lo único que nos puede dar una certeza, el resto es desconocido.

Coti Donoso

Cineasta / Montadora / Docente

@donosocoti
 

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