JUNTAR FRAGMENTOS DE MEMORIA
PARA RE- EXISTIR
Sergei Eisenstein
Por Renato Vallone
En las trincheras por un cine sin reglas, tomando la posición de la invención frente a la convención creativa, el arte cinematográfico que busca ser posible en Brasil necesita luchar por muchas cosas, empezando por su libertad de investigación, desarrollo y creación: donde la autoría no caiga en la trampa colonial de la eliminación, la obsolescencia y la exclusión.
Esto implica muchos cruces. La invisibilidad y el olvido, desde la perspectiva colonial, es un instrumento rencoroso de la ancestralidad expedicionaria e invasora, véase necropolítica, donde los creadores eurobrasileños de la misma clase social deben tener cuidado de no repetir el gesto secular de extravío, masacre y robo de la brillantez nacida en la diferencia, incluso si estos gestos se camuflan en un hechizo neoliberal de lo "colectivo" solo para restablecer sus debidos lugares heredados en la superestructura.
Algunos trabajadores y trabajadoras de la cultura en Brasil, como los montadores y montadoras, ocupan esencialmente un lugar en la infraestructura de la cinematografía en nuestro país y el continente, dentro de una lógica históricamente equivocada de fantasmagorías, así sean figuras esenciales para componer la historia a través del manejo de imágenes, sonidos y movimientos.
Acorazado Potemkin
Los montadores y montadoras no son fantasmas que solo sirven para ser redescubiertos después de que el gesto arqueológico de una crítica joven decide cuestionar los cánones, justo después de exaltarlos. No hay que romantizar las supresiones y el ejercicio del poder en la construcción de memorias oficializadas en el cine solo por sus coroneles, aduladores vislumbrados, pistoleros y soldados, como diría Rosemberg Cariri.
Cuestionar los cánones tiene que ver con buscar, hoy, el reconocimiento de la sublime experiencia COLECTIVA de hacer cine y, con ello, iluminar las autorías, aquellas compuestas por singularidades que necesitan ser protegidas, incluso legalmente en el campo del trabajo, garantizando sus derechos, del acto agresivo de devorar, cosificar y expropiar por parte de la mala praxis neocolonizadora.
Abrazar la potencia del otro/a tiene que ver con presentarla al mundo sin que tenga que pasar por el "yo" paternalista, cómodamente bien amparado en estructuras de privilegio y clase y en una tradición eurocéntrica de autoría equivocada, donde los directores son el centro de todas las cosas.
El montaje es el acto trágico y radical de escribir una película, donde todos los procesos previos se consolidan generosamente en un modo de existencia que abre el portal para su nacimiento.
Muchos pensamientos y teorías del montaje han señalado y señalan esto de diversas maneras. Y no se trata de una práctica de suprimir otros procesos, por el contrario, es donde se amalgaman y se da forma a todos los encuentros (humanos, no-humanos y artísticos) en el transcurso del soñar una película de ficción, documental y/o de no ficción.
La alteridad radical, es decir, el choque de mundos, no se limita aquí a la extracción de lo exótico o al encuentro de potencias para un único fin, guiados por los intereses obscuros del capital, de explotación, sino que expande su mirada a los provenientes de otros medios sociales, los que nos acercamos diariamente para componer nuestras fuerzas y construir nuestras trayectorias en la vida y/o en el arte. En la lucha por la supervivencia, el arte y su estética se vuelven entonces esencialmente políticas y no politiqueras.
hombre con una cámara, Dziga Vertov
Montar LA CAÍDA DEL CIELO, a lo largo de catorce meses de intenso trabajo, manejando estructuras, encontrando forma y sentido en poco más de cien horas de material bruto, exponiendo nuestras fragilidades humanas entre nosotros, con risas, lágrimas, innumerables dudas, miedos, abrazos, descubrimientos, decepciones, ruidos y retomadas, fue una ardua tarea íntimamente atravesada por la materialidad y los sueños, o como dicen los directores Eryk Rocha y Gabriela Carneiro da Cunha, en una búsqueda fundamental de un "materialismo onírico". Pero el cuerpo fílmico nació inevitablemente en los conflictos de ideas preestablecidas con todas las fuerzas posibles y apropiadas apuntadas directamente por esta acumulación de materia prima. El lenguaje se consolidó allí, en la isla de edición.
Soñar, atravesar lo impalpable, hacer chocar el devenir con la dureza del mundo real es la tarea del montaje en el cine, de la creación en el cine. Y lo vivimos en la isla de montaje, junto a los directores de una obra audiovisual. Al igual que en la cosmología de los yanomami y su chamanismo caminante por los senderos de lo indiscernible, en el mundo danzante entre "Hutukara" (Tierra-Bosque) y "Hutumosi" (Cielo), organizar la forma de una película como esta es encontrarse y dejarse encontrar por su sentido.
Y cuando el sentido de la película nos encuentra, ya estamos frente a nuestras nuevas versiones como humanos.
El olvidar y lo invisible aquí, ahora, adquieren otra dimensión: dejando atrás capas que nos acompañaron en nuestra formación y en la búsqueda de la forma a través del error, pero que ahora habitan en el campo extra, es decir, solo en espíritu, para devolvernos la fuerza y el sentido de comunidad, nuestro "decir sí dionisíaco". Nuestra REAHU, una fiesta del olvido.
La vanguardia es riesgo y alteridad radical reflejada en el espejo de agua, en el Urihi-Bosque o en la pantalla de cine. No siempre, pero a veces tenemos la suerte de ser mutados para mejor.
El cine hecho con esta intensidad, con esta duración, construye cuentos y hace historia y nos da la alegría de estar vivos, junto a los nuestros, en el mismo tiempo y espacio, y en el lado correcto de la lucha. Y la lucha de las montadoras y montadores en este momento en Brasil, está compuesta, entre muchas cosas, por el reconocimiento de su autoría frente a la llegada abrumadora de tecnologías como la IA (que tiene como objetivo acelerar la experiencia con fines de capital).
Al igual que los escritores, guionistas, directores de fotografía o músicos, tenemos un papel importante en la construcción de las memorias. Aunque estos se hagan a partir de la percepción y confrontación con los fragmentos de la historia colonial, somos artesanos y artesanas que buscamos un lugar digno en la memoria y la existencia en el cine.
Renato Vallone
cineasta / montador